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Escribiendo. (Bolivia)

Por Camilo Gil Ostria.

 

La vida y el teatro


 

Todo está apagado, excepto una laptop en una esquina al fondo. Allí se sitúa el dramaturgo, en tanto intratextual como extratextual. Cuando lo señala, como un Dios que controlará el escenario de inicio a fin, la luz se enciende. Abajo una mujer saluda y obedece a lo que el dramaturgo le dice. Este mecanismo será el que guíe la propuesta hasta el final, con pequeñas variaciones. Suena a obra sencilla, incluso su escenografía busca parecer de simple. Consta de una lámpara al centro, una computadora portatil al fondo y un trípode con un celular en proscenio hacia la izquierda. Pero no lo es. Su complejidad radica, como diría Giorgio Agamben, en ser contemporáneos, en ver la oscuridad de su tiempo y hacerlo de forma activa, ejercicio evidente en esta obra.

 

Una de las características de la compañía Proyecto Border, es que trabaja la figura del artista en tanto inútil, en tanto no funcional en el aspecto productivo. De allí que su próxima obra se llama directamente ‘’Los inútiles’’. Escribiendo juega con poner al mismo nivel, mediante la analogía o el paralelismo, la vida y el teatro. Su apuesta es política, corporal, transgresora y a pesar de colocar tanta complejidad sobre una mesa de disección acude al humor y a la ironía, lo que la hace más interesante. Retomando las palabras del filósofo y poeta boliviano, Fernando Van de Wyngard, sus formas neo-dada no son agresivas con el público. Su hermetismo y complejidad se matizan en el cuerpo, en el movimiento ridículizado que le quita solemnidad al monólogo teórico, que de otro modo resultaría en una simple erudición, vacía de emotividad.

 

La compañía logra lo que probablemente muchos artistas hayan tratado de lograr durante toda su vida, de democratizar el arte sin quitarle su complejidad conceptual, la búsqueda que Badiou le atribuye a Vitez. Una función especialmente realizada para estudiantes de colegio, lo confirmó. La tensión de los actores captó la atención de los jóvenes, que incluso sin lograr descifrar lo que veían, silenciaban mis risas, pues percibían que algo estaba sucediendo ahí y querían descifrarlo.

 

¿Y cómo trabajan este paralelismo arte-vida?, ¿lo hacen como, digamos, Brecht que aprovecha sus obras para dar una enseñanza moral marxista?, o ¿en cuál es la vuelta que este elenco le da a este paralelismo explotado quizás desde Aristóteles y potenciado por los románticos alemanes hasta el cansancio? El paralelismo, como bien indica esta figura, no es directo, no está explícitamente colocado en el texto y en este no aparecer directamente como texto dramático -ya sea de forma moral o expresiva-, se logra una polisemia que trataré de explicitar.

 

Este paralelismo se da porque la obra incluye dos obras. La primera es la del escritor ante la página en blanco, una obra, entonces, sobre el propio lenguaje, aquí únicamente escrito. Esta pone en cuestión las didascalias a veces imposibles para un actor y los márgenes estrechos que se deja a otras búsquedas menos textuales. La otra obra, en cambio, es la del montaje -o, como ellos lo llaman, “adaptación libre”, en tanto que poco se reconoce del original- de Becket y Godot, de Juan Radrigán, y las idas y venidas del artista para poder hacer que su propuesta se presente; es decir, una obra sobre el lenguaje escénico, el lugar donde lo escrito se encarna.

 

¿Pero dónde está la “realidad” y la vida?, ¿es tan manifiesto como decir que está en las partes evidentemente políticas, en donde los personajes afirman que no consiguen un escenario cómodo o nos explican cómo ganar un Eduardo Avaroa? (*) No, al menos no principalmente: las fronteras, los reflejos, no son tan claros. Tampoco está solamente en los nombres de los personajes que son los mismos que los de los actores. Está en la propia ficción.

 

Andrés Canedo, crítico local, cuando escribe acerca de esta obra, interpreta al narrador y a la astilla que, primero a Filomeno y luego a Arévalo (multiplicada por cinco), se les clava en el pie como al sistema, entiendo, de poder. Creo que la interpretación puede complejizarse con la ambigüedad. El narrador como el que dicta las normas, pero también se somete a ellas, lo que se ve cuando se cambia de narrador, cuando estos discuten por tener la voz, cuando, al final se la ceden al espectador. Nótese, además, que el espectador no elige qué decir, porque le dan un texto a leer, es decir que tampoco es libre en el momento en el que toma el lugar de Dios.

 

La astilla es una molestia pero es también el motor que lleva a seguir haciendo. Es Dios pero también su ausencia. Y en esta ambigüedad de no haber algo bueno y algo malo, es donde sitúan al teatro, que trata de salirse de las didascalias, a pesar de que las necesite. Igual que la vida, que siempre trata de salirse de la Ley.

 

(*) Concurso de arte boliviano.


 

FICHA TÉCNICA:


Actúan: Juan Carlos Arévalo, María Elena Filomeno y Bernardo Rosado. / Producción: Proyecto Border. / Dirección general y dramaturgia: Juan Carlos Arévalo. / Dirección coreográfica: María Elena Filomeno. / Fecha y Lugar de la función: 3 de mayo en el CCP (Santa Cruz - Bolivia).

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